Escrito y editado por Daniele Paletta
Covid-19 aún no ha soltado su garra en el mundo, y seguimos viendo cómo las comunidades LGBTI están siendo gravemente afectadas por las consecuencias de la pandemia. Nuevos informes publicados esta semana muestran que nuestras poblaciones han sido excluidas en gran medida de los recursos humanitarios de Covid-19 -algo que puede tener implicaciones duraderas en nuestro movimiento- y que nuestras necesidades a menudo no se han tenido en cuenta en los planes de emergencia.
La crisis se suma a las violaciones de derechos humanos que nuestras comunidades siguen sufriendo en todo el mundo. En Indonesia, dos hombres fueron azotados en público tras ser acusados de mantener actividades sexuales; los legisladores de Honduras votaron a favor de reforzar las prohibiciones del aborto y del matrimonio igualitario.
Han pasado diez años desde que el activista de los derechos humanos David Kato Kisule fue brutalmente asesinado en su casa: nuestras comunidades en Uganda se reunieron, aunque virtualmente, para recordarlo y llorar a todes les que hemos perdido por la violencia.
Y, sin embargo, se siguen produciendo avances. En Australia, organizaciones de derechos humanos reaccionaron positivamente a la noticia de que la oficina nacional de estadísticas actualizaba sus normas para recoger mejor los datos sobre cuestiones OSIEGCS. En Estados Unidos se revocó la prohibición de que las personas trans sirvan abiertamente en el ejército.